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Guía definitiva para entender las principales diferencias entre belleza orgánica, natural, vegana, limpia y de comercio justo y cómo identificar los productos más fieles a su etiqueta

Intentar descifrar la composición de los cosméticos puede provocarnos más de un dolor de cabeza, sobre todo si tenemos en cuenta la cantidad de alternativas existentes hoy en día. 

¿Cómo podemos saber si nuestra rutina de cuidado de la piel es realmente orgánica, si ha sido testada en animales o si su proceso de producción y distribución ha seguido parámetros sostenibles?

Como consumidores de belleza bien informados, lo primero que debemos saber es que no existe una normativa rigurosa para etiquetar un producto como orgánico, natural o vegano. El único requisito legal es enumerar los ingredientes de acuerdo con el estándar global INCI, es decir, la nomenclatura internacional de ingredientes cosméticos que atiende a sus nombres científicos y en otras lenguas como el latín y el inglés. Según esta norma, los ingredientes deben enumerarse desde el porcentaje más alto hasta el más bajo, mientras que los ingredientes por debajo del 1% se pueden enumerar en cualquier orden.

 

Cosmética natural

Como su propio nombre indica, un producto cosmético se considera natural cuando está elaborado a partir de ingredientes naturales o de origen natural. Sin embargo, actualmente podemos encontrar productos de belleza que se definen como naturales aunque solo posean un 1% de ingredientes de este tipo (mineral, vegetal o animal). Por tanto, la mejor forma de saber cuáles son exactamente los componentes de su fórmula es consultar atentamente su lista de ingredientes. Muchos de ellos aparecerán bajo su nomenclatura científica o latina, por lo que en ocasiones nos hará falta consultar un diccionario cosmético o una app como Think Dirty.

 

De un producto que se define como natural debemos esperar que los ingredientes de origen botánico o mineral estén al principio de la etiqueta y cualquier componente de origen sintético aparezca en último lugar. La mayoría de los productos de belleza requieren un cierto nivel de conservantes que, a menudo, son sintéticos. Los productos 100% naturales libres de conservantes suelen tener, por tanto, una vida útil significativamente más corta.

 

 

Sellos que certifican que un producto es natural y ecológico

El usuario habitual de cosmética suele ser, generalmente, un usuario informado al que le gusta saber cuál es la composición de los productos que está utilizando. Como no existe una normativa oficial y común para todos los productos, las pistas más certeras sobre las fórmulas y los procesos de producción vienen certificadas por entidades privadas. Cada una de ellas tiene sus propias normas, pero la mayoría coinciden en investigar qué porcentaje mínimo de ingredientes naturales y ecológicos incluye un producto, si ha utilizado componentes no autorizados, si ha testado en animales, si sus envases son reciclables y si su producción es respetuosa con el medio ambiente.

En este sentido, algunos de los sellos europeos que certifican que un producto cosmético es natural y ecológico - y que aparecerán de forma visible en su embalaje - son los siguientes: COSMOS (estándar europeo), Bioacene (España), Ecocert (Francia), Cosmebio (Francia), BDIH (Alemania), ICEA (Italia), Ecocontrol, Natrue, Bio.Inspecta / Bio VidaSana (Suecia) y Soil Association (Gran Bretaña) y ECOLABEL (Unión Europea).

 

Cosmética orgánica

Para que un producto de belleza pueda calificarse como orgánico debe poseer, al menos, un 95% de ingredientes de origen vegetal. Además, todos los ingredientes de su composición deben cultivarse sin pesticidas o fertilizantes derivados del petróleo que puedan ser tóxicos para el medio ambiente. Las técnicas agrícolas empleadas para su cultivo también juegan un papel importante en la consecución de la etiqueta orgánica, ya que la rotación de cultivos es la forma más natural de regeneración de los terrenos y que contribuye a aumentar y mantener la fertilidad del suelo.

 

Sin embargo, lo cierto es que existen cosméticos que se definen como orgánicos a pesar de tener un porcentaje mínimo de ingredientes de origen vegetal. Por tanto, la manera más eficaz de averiguar las credenciales orgánicas de un producto es verificar siempre su etiqueta y buscar el certificado de la entidad que lo avale. Esto asegura que los productos se obtienen a partir de ingredientes sostenibles de cultivo orgánico y no se han probado en animales, están libres de productos químicos agresivos y de parabenos, tintes sintéticos y fragancias añadidas.

 

 

 

Cosmética vegana

El veganismo es una alternativa ética al consumo de productos que proceden de la explotación animal y quienes siguen esta filosofía de vida la aplican a todas las rutinas diarias, desde la alimentación hasta la ropa. Por tanto, los productos de belleza veganos se definen también como respetuosos con la vida de los animales y del medio ambiente. La mejor forma de asegurarse de que un producto es realmente vegano pasa por revisar las credenciales de la firma cosmética y buscar si en su embalaje aparecen los logotipos de la Vegan Society, una organización vegana creada en 1944 que estableció este sello - un girasol enlazado a la palabra Vegan - para identificar a los productos veganos libres de ingredientes animales y no testados en ellos; el de Cruelty Free de PETA - un conejito con orejas rosas - y el Leaping Bunny, que reconoce a todas las empresas productoras de cosméticos y productos para el hogar libres de sufrimiento animal.

 

Sin embargo, que un producto esté calificado como vegano no significa necesariamente que se hayan utilizado alternativas vegetales para sustituir a los ingredientes de origen animal, sino que estos pueden ser ingredientes sintéticos creados en un laboratorio. Los ingredientes de origen animal más comunes en la cosmética son la glicerina, el colágeno, la gelatina y el retinol, así como la baba de caracol, la proteína de la leche o la lanolina (cera natural producida por las glándulas sebáceas de algunos mamíferos).

 

 

Cosmética limpia

Generalmente, los productos denominados limpios o pertenecientes a la corriente clean beauty deben estar libres de sulfatos, siliconas, ftalatos, parabenos, pesticidas, derivados del petróleo, colorantes artificiales y fragancias sintéticas. Dentro de la Unión Europea, un etiquetado correcto debe enumerar cualquier alérgeno potencial que pueda causar sensibilidad (en concentraciones superiores al 0,01%).

 

Cosmética de comercio justo

Esta corriente de belleza defiende que los ingredientes clave de un producto, generalmente de origen natural, se han obtenido bajo las normas de un comercio justo, es decir, asegurando salarios sostenibles para los pequeños agricultores locales que los cultivan y así como condiciones laborales dignas para quienes se encargan de su producción. Las acciones de comercio justo también están orientadas a brindar apoyo a proyectos comunitarios que velan por la supervivencia de los diferentes proyectos.

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